El agobiado es
uno de los personajes más tóxicos del entorno laboral porque puede contagiar su
estado de ánimo al resto de la plantilla. Convive con otros profesionales como
el trepa, el mandón, el medallista o el seductor que, si no son detectados a
tiempo, pueden arruinar las bondades del trabajo en equipo.
Parásito: “Dicho
de un organismo, animal o vegetal, que vive a costa de otro de distinta
especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo”. De esta
manera describe la Real Academia de la Lengua una palabra con la que,
lamentablemente, muchos profesionales están familiarizados porque en la fauna
de la oficina hay especies de todo tipo y estos aprovechados no faltan.
Lo difícil es descubrirlos a tiempo. Si miras
a tu alrededor observarás que estás rodeado de diferentes especímenes como el
listillo, el pelota, el trepa, el mandón o el gruñón. Todos son tóxicos y
pueden obstaculizar, de alguna manera, tu trabajo. Pero no todos sacan provecho
de tu talento para colgarse medallas. Estos son los parásitos:
El trepa. Tiene poca empatía con sus compañeros,
lo que le permite seguir con su actividad sin establecer vínculos. Sin embargo,
no dudará en engatusar a algún colaborador para llegar a lo más alto, su única
meta.
El mandón. Arquetipo egocéntrico que opina que su
forma de hacer las cosas es la adecuada y no tiene en cuenta las de los demás.
Si es un empleado piensa que si todo el mundo hace lo que él dice las cosas
irán mucho mejor; si es un jefe, su incapacidad para escuchar a los demás le hará
parecer despótico con sus subordinados.
El medallista. Es el parásito por excelencia. Intentará
apropiarse para sí mismo todos los triunfos colectivos y todavía creerá que
esos méritos que se adjudica son suyos. El que nunca tiene la culpa. Se escuda
en los demás y no duda en echar la culpa a sus compañeros. Es incapaz de asumir
sus propios errores y teme el fracaso.
El agobiado. Éste es un parásito por
accidente porque, aunque intenta ser eficaz y tener listo su trabajo, no maneja
bien el tiempo ni el estrés y en muchas ocasiones sus compañeros tienen que
asumir sus tareas. Además, puede contagiar su pésimo estado de ánimo al resto
de la plantilla.
El
despreocupado. Es aquel
que relativiza las cosas. Algo que no suele llamar la atención en épocas de
bonanza, pero que en momentos de crisis demuestra que no está a la altura de
las circunstancias. Al final, su incapacidad obliga al resto de compañeros a
cargarse con más trabajo.
El seductor. Sabe cómo utilizar a los demás para
ahorrarse las tareas más incómodas. Este personaje lo hace de una manera tan
sutil que son pocas las veces que no consigue lo que se propone.
El depredador. Este individuo no duda en utilizar
mecanismos de dudosa ética para salvaguardar su puesto en detrimento del
trabajo del resto. Es alguien poco comunicativo, individualista, reacio a la
colaboración, políticamente correcto y gran escaqueador.